Esta semana he vivido cuatro
momentos puntuales que me han provocado muchas ganas de escribir. Las ganas de
escribir me vienen normalmente, cuando tengo demasiados sentimientos dentro yendo
de un lado hacia otro, y que no sé muy bien como ordenar.

Hace unos días salí a correr
sóla. Me gusta hacerlo para despejarme, para pensar en mis cosas, para tener un
momento para mi. Me gusta sentir el aire en la cara, y controlar mi respiración,
mis pisadas… despejar la mente.
No me imaginaba la casa de
campo tan vacía, normalmente siempre está llena de gente. Apagué la música de
mis aurículares para poder escuchar mejor a mi alrededor. Empecé a notar
nervios, a agudizar la vista y todos mis sentidos, a estar alerta. A sentir
miedo.
Cuando volví a casa me noté aliviada, porque todo estaba
bien. Había salido a correr, estaba sola, era de noche, y volvía sana y salva sin
tener ningún susto.
En esos momentos no te paras a analizar la situación, el
menoscabo a tu libertad, a tus elecciones, a no poder vivir con plenitud lo que
te hace feliz por razones que no tienen una explicación lógica, o justa. 
El sábado, solo una semana después, tuve una cena con un
grupo de amigos, y me volví en taxi. Justo antes de salir, después de estar
hablando con el conductor todo el trayecto, le di las gracias y me preguntó si
quería que esperase a que abriera la puerta del portal. Me sorprendió un poco
la pregunta, pero se lo agradecí. 
¿Qué puede pasar? Puede pasar, lo que le pasó a Laura unas horas
antes, y a muchas más todo este tiempo. 
Que pensando que son libres, que no tienen nada que temer,
que no tienen que vivir con miedo de hacer su vida, alguien se la arrebata por ser mujer. Sí, por ser mujer. ¿Aún hay
alguien que lo niega? Hay gente que piensa que especificar esto último es
crear tensión, es entrar en terreno farragoso...
El lunes siguiente llegué un poco más tarde de lo normal a
casa y tenía una llamada perdida y dos mensajes de mi madre preocupada. Porque voy
a llegar sola a casa de noche. Porque dos días antes alguien como yo había desaparecido.
¿Qué podrían haber hecho ellas diferente? 
Nada, porque no era su problema. Como somos mujeres no
tenemos que vivir distinto. No tenemos que pensar distinto. No tenemos que
buscar protección, repensar nuestra forma de vestir, estar pendientes del
teléfono o de si hay gente cerca. 
No es nuestro problema que nos griten piropos, que nos miren
de arriba abajo en una discoteca como si fuéramos objetos. No es cosa nuestra
que queramos viajar solas, o bailar, o correr… No deberíamos exigirnos más consciencia
que nuestros amigos cuando nos vamos de copas. No deberíamos preocuparnos de
avisar si hemos llegado bien a casa. Pero lo hacemos porque hoy en día no vivimos
seguras. No podemos ser 100% nosotras mismas y vivir con toda la libertad y con la misma confianza que el género opuesto.
Sí es problema de todos pensar que esto tiene que cambiar.
Que tenemos que educar una
sociedad distinta, en la que por fin seamos todos iguales. Todavía hay personas
que piensan que el lenguaje feminista es en cierta manera violento, injusto…
¿No ven que es necesario? Que la balanza está completamente volcada, que no hay
conciencia, o por lo menos no la necesaria aún. Os necesitamos, a todos y
todas. Nos necesitamos. Tiene que terminar la cosificación, la desigualdad de
trato, de oportunidades, la sexualización de nuestro cuerpo. Tienen que acabar
los estereotipos, el patriarcado. 
Necesitamos dejar de ocuparnos de luchar por nuestro trato
igualitario para luchar por una sociedad mejor, para todos. 
Necesitamos dejar de
sentir miedo y pensar en vivir relaciones entre iguales, y entre personas
libres, sean del sexo que sean.


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