sábado, 2 de febrero de 2019

Es curioso como juega la mente con los recuerdos. Como te lleva a sitios inesperados en el momento más inoportuno. No sé donde leí que el propio acto de enamorarse no es más que una consecuencia de un recuerdo de sensaciones que te transportan a momentos que has disfrutado o en los que te has sentido bien, y la mera asociación a esos fotogramas agradables hace que nunca más te quieras alejar de esa persona. 


Siempre me ha gustado hacer fotos. A lugares, a personas, a desconocidos, a todo. Pero hay determinados retratos que son una debilidad para mi, y luego no puedo dejar de verlos. Me llama la atención la historia que cargan encima de sus hombros y que nunca podré conocer. Me pregunto por las decepciones que haya encontrado esa vida tan larga, el número de veces que habrán llorado por amor. Cuantas despedidas llevan a su espalda. Si es largo el camino de su felicidad o si ni siquiera lo han transitado.


Creo que en sus pisadas también te re-descubro. Me siento a tu lado y te hago todas las preguntas que no te hice en las conversaciones que nunca tuvimos. Cuento con los dedos las cosas que hay de mi en ti y aprovecho el salto de confianza de una generación para quererte tanto que te perdones por todos los errores del pasado.