Llevo toda mi vida asociando la palabra “valiente” a los héroes de cuento y tengo que decir que estaba equivocada. 
La realidad se destapa cuando no te lo esperas y parece ser que ha venido a darme un par de golpecitos en la chimenea*.
No pasan por abrumar, pero son de esos que re-ordenan las ideas de vez en cuando, cambian algún concepto y no en menor medida, pero sí más lento, te van moldeando a ti.
La realidad se destapa cuando no te lo esperas y parece ser que ha venido a darme un par de golpecitos en la chimenea*.
No pasan por abrumar, pero son de esos que re-ordenan las ideas de vez en cuando, cambian algún concepto y no en menor medida, pero sí más lento, te van moldeando a ti.
Y así es como he añadido
a mi diccionario particular algún que otro significado de “valiente”, y resulta que los
héroes de cuento se han quedado temblando. 
Porque no sabía realmente
lo difícil que es mirarse por dentro y compartirlo con alguien. Lo que cuesta
ser sincero cuando duele.
He visto personas entregándose
de lleno a algo en lo que creen aunque el camino tenga un abismo de dificultades
y no se pueda ver dos pasos más allá de donde están.  Me he dado cuenta de lo
valiente que es quien elige seguir luchando sin caer en el miedo a perder.
Aunque nos refiramos a la peor batalla a la que uno puede enfrentarse en la vida.
Siempre saco algo paradójico de las cosas que veo, y empiezo a pensar que la vida es un poco así. Creo que es valiente el que pinta soles en temporadas de tormenta, quien lucha por endulzar lo amargo y mira hacia delante sin permitirse caer.
Y me doy cuenta, cada vez más, que es una persona bien fuerte la que se quita la coraza dejando sus taras al descubierto. Alguien que se va encontrando verdades en la piel y, simplemente, las deja estar. Las deja ser. No ve una opción ni una puerta de salida que signifique "rendirse", porque piensa que uno solo se puede rendir, si es a aquello que siente.